LA ORACIÓN DE LOS CRISTIANOS

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LA ORACIÓN DE LOS CRISTIANOS

Para muchos el tema de la oración es algo lejano, retro, pasado de moda, algo que nunca hacemos porque tenemos otras cosas más importantes que hacer. Tal vez es verdad, no lo sé. Pero cada día está más “en el candelero” esto de la interioridad, que quizás es otro modo de decir lo mismo, pero con otras palabras que suenen menos a cosa rancia. Hay una sed de espiritualidad que hace que por todas partes aparezcan iniciativas de oración, de meditación, de relajación, de silencio interior… para contrarrestar el “ruido” de una sociedad volcada en la exterioridad, pero vacía. El corazón humano se nos seca. Un sociólogo famoso hablaba de “un mundo sin hogar”. Y la gente añora ese espacio de calidez humana, de “hogar”, de encuentro con uno mismo y con la trascendencia. A pesar de lo que llamamos “secularidad” o “secularización”, el ser humano sigue siendo “religioso”.

Pero, para un cristiano, no toda espiritualidad es la espiritualidad de Jesús. Para nosotros los cristianos el hecho fundamental de nuestra fe es el hecho de la Encarnación. Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga hijo de Dios, pero no para que se escape del mundo. Y a veces puede suceder que estos caminos de oración nos alejen de una verdadera espiritualidad de la Encarnación y nos trasladen a un mundo ideal, lejos de las preocupaciones de la vida y de la historia y muy centradas en uno mismo. El papa diría que son oraciones sin “trascendencia”: se quedan en mí y no salen “afuera”. Son “autorreferenciales” (así las llama el papa Francisco) y, por tanto, “in-trascendentes”…

No podemos olvidar que existe una mística cristiana, tal vez bastante olvidada y dejada de lado que, sin embargo, tiene una profunda y larga experiencia espiritual: Santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola… Ninguno de ellos vivieron cosas como la meditación trascendental, la meditación profunda, etc., etc. El mismo Jesús, ¿qué tipo de oración hacía cuando se iba al monte a orar? El “Padre nuestro” es la oración cristiana por excelencia.

Entre nosotros, desde hace años, ha causado sensación, por ejemplo, el fenómeno “Rezando voy”, que los jesuitas publicamos cada día en las redes sociales y en Internet. Desde hace muchos años también, los papas proponían sus intenciones mensuales que orientaban la oración de quienes formaban parte de lo que llamábamos –y sigue llamándose- Apostolado de la Oración. El papa Francisco, lo mismo que sus predecesores, va marcando también hoy en día este itinerario de intenciones, pero con la idea de crear una Red Mundial de Oración, que él mismo propone a través de un vídeo mensual: “el  vídeo del papa”: https://thepopevideo.org/es/acerca-de-el-video-del-papa.html. Esta “oración del papa” intenta orientar nuestra oración hacia los problemas reales del mundo en que vivimos y nos ayudan a salir de nosotros mismos y orar por los demás. Deberíamos hacerle más caso. Si lo hacemos, podríamos acompañar nuestra oración con una búsqueda de información sobre el tema de cada mes y eso nos haría más conscientes del dolor y las necesidades del mundo. Así, por ejemplo, este año 2018 el papa habla de las minorías religiosas en Asia, la corrupción, el discernimiento espiritual, los que tienen una responsabilidad en la economía, la misión de los laicos, las redes sociales, los sacerdotes, la familia, los jóvenes de África, la Vida Consagrada, la paz, la transmisión de la fe…

Esto que decimos no supone que rechacemos todos los otros modos de oración y meditación, pero sí que procuremos que nuestra oración, nuestra espiritualidad, sea de verdad más “de Jesús”, más “cristiana”, más “encarnada” en la realidad y que no nos conformemos con lograr la unidad interior sino que la hagamos fecunda con el compromiso por las duras realidades que nos rodean y en las que estamos inmersos: el cambio climático, el trabajo digno, la inmigración, la vida política, la amenaza nuclear, el terrorismo, el acaparamiento de tierras, las multinacionales, la xenofobia, la soberanía alimentaria, el consumo alternativo y solidario… En definitiva algo que nunca deberíamos disociar en nuestra vida: la mística y la profecía.- J.L. Saborido

 

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