Vicente Enrique y Taracón

diciembre, 2023

13dic19:0020:30Vicente Enrique y TaracónLa consecuencia del Evangelio

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Detalles del evento

CARTEL

EL CARDENAL TARANCÓN Y EL CENTRO PIGNATELLI

El Centro Pignatelli fue fundado en 1970 por la Compañía de Jesús, en una encrucijada histórica  compleja y difícil. Se trataba de acoger el Concilio Vaticano II en una Iglesia española anclada en una práctica muy tradicional, de abrir la convivencia a la democracia y los derechos humanos desde un régimen autoritario nacido de una guerra civil, de superar los escollos de la desigualdad y de la intolerancia en los que había naufragado una y otra vez la historia de España. Se pretendía colaborar a la gestación de un nuevo tiempo a través de la formación y del diálogo.

Contemplando ahora una trayectoria  de 54 años, con sus aciertos y errores, podríamos constatar con modestia y agradecimiento la apertura de ideas, la normalización del diálogo, la renovación de una fe de ojos abiertos. Pero reviste un particular regalo para mí la relación con  muchas personas, conocidas o desconocidas, que nos han visitado y nos han dejado un testimonio no sólo de su bien saber y bien decir, sino de su propia aventura vital. 

Entre ellas nunca olvidaremos al Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española. En el Centro Pignatelli pudimos gozar de su presencia, su palabra y su amistad.

Nuestras primeras relaciones fueron  a distancia con motivo de ciertos incidentes acaecidos en el tardofranquismo. En 1973 un ciclo de conferencias”A los 10 años de la Pacem in Terris”, con participación incluso de varios obispos, fue objeto de numerosos expedientes y finalmente suspendido y multado. En 1975 fueron detenidos en el Centro 34 personas del ámbito docente y laboral y encarcelados. Se desplegó gubernativamente en la prensa una campaña llena de falsedades contra el Centro Pignatelli. El Presidente de la CEE  recibió puntual información de lo ocurrido. Nos recomendó paciencia en un tiempo muy crítico y nos apoyó discretamente, él que había recibido el timón de la Iglesia española en un momento de tránsito eclesial, político y social, en el que fue acosado  por el grito de “¡Tarancón al paredón!”..

La relación personal y la colaboración se hizo más estrecha cuando en el Vaticano se aceptó con celeridad su dimisión a los 75 años en 1982 para sorpresa de todos. Juan Pablo II además  lo abroncó porque pensaba que durante su mandato había sido en exceso conciliador y había cedido demasiado poder de la Iglesia en la transición española lo que iba a dificultar la evangelización del futuro.

A partir de 1984 la relación del Cardenal Tarancón con el Centro Pignatelli se hizo más personal y su presencia sería casi anual. Con el salón de actos lleno, un público muy atento, fue explicando  a lo largo de sus intervenciones, por ejemplo, qué había supuesto el Concilio Vaticano II y qué debía suponer todavía para la Iglesia española; el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad;  los cristianos ante la marginación;  la incorporación con la gente de buena voluntad al trabajo por la paz; qué nos aporta la esperanza cristiana en tiempos de desilusión. Pero recuerdo como una sesión antológica la que protagonizó en 1986 sobre la reconciliación con motivo del cincuentenario de la guerra civil. Algunos cristianos de buena voluntad no entendían los cambios radicales de la Iglesia española desde entonces hasta ahora. Con autoridad moral, con cercana sabiduría, con enorme pedagogía, fue desgranando razones, aciertos y desaciertos de la actuación de la Iglesia española en la guerra civil, en la transición y ahora. Fue una exposición razonada, accesible y afectuosa, que significó para muchos oyentes sobre todo mayores una verdadera liberación interior.

Junto con estas intervenciones públicas el Cardenal almorzaba con la pequeña comunidad de jesuitas. Era un momento de compartir con sencillez la marcha de la Iglesia, de los jesuitas y de la situación en España.  Su enorme experiencia iba acompañada de un fino sentido de humor socarrón. Con una sonrisa comentaba que si le hubiesen llevado al paredón hubiera sido con el rosario y la sotana que no había abandonado en toda la vida.  O que podía entender que los obispos no llegaran a santos pero no que fueran tontos. El Cardenal Tarancón fumaba mucho y se le notaba en la garganta. Siempre picadura negra barata, que liaba  personalmente. Le gustaban los puros, pero no los compraba normalmente Era el obsequio que le hacíamos (y esperaba) en las visitas.

 José Antonio Martínez Paz, director del Centro Pignatelli, y yo le hicimos una última visita en Villarreal el año anterior a su muerte en 1994. Participamos juntos en la Eucaristía, y luego tuvo la delicadeza de invitarnos a una comida muy especial de mar en el puerto de Burriana. Su sobrino se había preocupado de recoger de las mismas barcas de pescadores que llegaban caracoles de mar. Los compartimos frente a un oloroso paisaje de mar y nos despedimos dejándolo en Villa Anita. Iba a ser el último encuentro.

Jesús María Alemany Briz sj

Hora

(Miércoles) 19:00 - 20:30

Localización

Centro Pignatelli

Paseo Constitución, 6

Organizador

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