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Si no fuese por el agua no habría vida. El agua, en algún sentido, es más “madre” que la misma tierra. O tal vez la tierra es la madre y el agua la leche de la que los seres vivos amamantan…

“De las bodas del hidrógeno y el oxígeno nació el mar, y del mar nació la vida”, dice el poeta Ernesto Cardenal. Es decir, que donde había dos –hidrógeno y oxígeno- nació uno: el agua. La vida nace de la unión de lo diferente. Si no hubiera diferencia, no habría unión y, por tanto, no habría vida. Si no hubiera unión, sólo habría diferencia, rivalidad, competitividad o desprecio e indiferencia, un mundo helado de soledades.

De nuevo Ernesto Cardenal nos da la clave de la vida:

La evolución de la materia ha sido hacia la vida y  de la vida al pensamiento. ¿Y del pensamiento? Hacia el amor. En el universo todo es estructura, es decir, sociedad. El átomo es sociedad,  la molécula es sociedad, la célula es sociedad, el organismo es sociedad. El hombre es sociedad. sufrimos es La soledad que sufrimos es por ser sólo individuos. La felicidad es los otros. A las hienas les conviene más cazar en grupo que cada una sola egoístamente. La amiba separada trata inmediatamente de acercarse al grupo. Lo mismo las fuerzas eléctricas, o el tropismo o el amor.  Y del pensamiento, hacia el amor. Adán solitario era infeliz ¡en el Paraíso! Jesús dice: cuando hagáis de los dos Uno, os haréis Hijos de la Humanidad. (Esto es del Evangelio de Tomás.) Y en cuanto al de San Juan, acaso tenga que ver con la cuántica el que Dios es luz. Que el mensaje de Jesucristo fue que Dios es luz y no hay oscuridad en él. Y que, Y QUE la luz es estar unidos unos con otros.”…

Yo no sé decirlo de mejor manera. Sólo vivimos de la unión, no de la desunión. Desunirse, después de haberse unido, es un error para la vida. La vida no lo quiere. O, en todo caso, es que nunca existió esa unión y estamos jugando en falso. Habrá que empezar de nuevo a preguntarse quiénes somos, ya que no nos vale saber que somos solo y sencillamente seres humanos, hijos de una única tierra en la diversidad. No hay vuelta de hoja: ni para la familia, ni para la pareja, ni para la sociedad, ni para el país, ni para el continente… ¡ni para el mundo!

Pero la verdadera unión no nace de los intereses del mercado, ni de la ideología, ni de un contrato ni de una ley. La ley, en este caso, es un mal menor, que no consigue dar la vida. Lo mismo que los tornillos de una máquina no llegan a construir un ser humano, sino una especie de Frankenstein. La fuerza no hace la unión. Tampoco la injusticia. Son lazos desde afuera que no construyen vida. Son apariencia de vida que, en poco o mucho tiempo, terminan deshaciéndose. Y de nuevo la muerte.

La familia –unida- es paradigma de la vida y paradigma de la sociedad. Y a veces ¡es muy triste morir de desunión porque no gana nadie más que la muerte, nuestra enemiga!.

   J.L. Saborido

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