SOMOS IMÁGENES DE LA FRAGILIDAD DE DIOS: MAURICE ZUNDEL (1897-1975)

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SOMOS IMÁGENES DE LA FRAGILIDAD DE DIOS: MAURICE ZUNDEL (1897-1975)

Amigo mío, sube más arriba. Hace falta que tu vida llegue a ser una obra maestra de luz y de amor. Es preciso que tu vida sea bella y lleve la irradiación de la alegría. Es necesario que tu vida se convierta en un fermento de liberación y que tu sola presencia sea para los demás el regalo más maravilloso”.

Siempre me ha impresionado la radicalidad de Maurice Zundel respecto a su modo de pensar y decir a Dios. Se ha dicho de nuestro autor: “Es un poeta, un genio con resplandores, uno de los genios espirituales del siglo XX”. Y en nuestros días se ha convertido de nuevo en un compañero de camino para una nueva generación, como ya lo fue entonces durante su vida. En la mitad de la vida (1937) le llega la “gracia de las gracias”: su encuentro con san Francisco de Asís: cantar la pobreza como si se tratara de una persona, y ver en ella a Dios. La sabiduría de Dios se identificaba con la pobreza. “La pobreza de Dios se volvía cada vez más clara para mí!”. Surgen en él deseos de conversión más auténtica. Escribe, “El Evangelio Interior”, que fue traducido al castellano y se encuentra todavía.

A partir de esta “Gracia”, para Zundel era preciso cambiarlo todo, ponerlo todo en tela de juicio, toda la Biblia, toda la tradición, toda la liturgia, toda la moral, toda la concepción cristiana del mundo y de la vida. Pasarlo de fuera a adentro, a otro plano, al plano de la libertad y del amor. No hay más mandamientos ni obligaciones, la fe es una liberación de la inteligencia sumergida en la luz de la intimidad divina, la moral es la creación del Universo, arraigada en la libertad de Dios. Todos los conceptos sobre Dios son nuevos y resplandecientes: Interioridad, Pobreza, Libertad… valores anclados en el descubrimiento de un Dios “con Corazón humano”, al que no llegamos a gustar. Una Intimidad, una Persona, una Relación, un Corazón que sólo puede revelarse a otro corazón. La fragilidad de Dios para nuestra gloria.

Un dios desconocido. Él dice que la Trinidad es el Dios más desconocido por los cristianos. Ser uno mismo y estar en los otros, vivir en una soledad poblada, forjar vínculos indestructibles… Abrazar sin invadir, amar sin anular, comunicar sin agotar… Ser uno mismo y ser un “nosotros”. Crear mundos, inspirar sueños, restaurar heridas. Desplegar la vida en el tiempo. Hablar en el trueno y el susurro, ser batalla sin muertos. Somos imagen del Dios Amor, del Dios Relación, del Dios Alianza indestructible. “Dios no podía mandar nada, ni prescribir nada, ni castigar nada. La razón de ello es que es el Amor y no es más que amor, es incapaz de poseer nada, no puede poseer el mundo, ni poseernos, no puede imponernos nada. Sólo puede sufrir y ofrecerse, y morir, morir crucificado”.

Este cambio de óptica es un nuevo punto de apoyo para toda la experiencia cristiana: para la misma imagen del hombre y para toda la vida de la Iglesia. Es una nueva perspectiva sobre el Dios de Jesús: es el fin del dios potente de la Edad Media, para convertirnos al Dios frágil: el de Jesús entregado para siempre por amor. Para ser Dios, en toda la amplitud de la palabra, no puede estar en ninguna otra dinámica, sino en la fuente de la gratuidad. Dios, como origen sin origen y principio de toda vida, no puede ser sino un Don. Y ya sabemos que el don es, en sí mismo, donación de sí. Aquél que da desde su misma esencia sólo puede ser, a la vez don y donante.

Fluir de vida que vivifica sin esperar retorno. Don gratuito que brota y brota y brota… como un río de agua vida. Regalo inmerecido que vive de la entrega y del don. “¡Qué inmenso alivio supone aprender que Dios se despega eternamente de sí mismo, que no tiene ningún apego a sí mismo, que no puede mirarse porque la mirada en Él es una relación subsistente con el Otro!”

El sentido último de la creación es poder ser receptáculo de comunicación de las tres divinas personas. La comunión trinitaria se abre hacia fuera e invita a la creación, a las personas y a todas las criaturas a participar de su vida de comunión. La creación, al final de la historia, será el cuerpo de la Trinidad. Dios es tan frágil en nosotros que, si no le ofrecemos nuestra fidelidad en este mismo momento, corre el riesgo de estar en nosotros como inexistente.

ESCUCHAR SU PROPIA VOZ…

“Me pongo rabioso cuando oigo decir:” Dios permite el mal”. ¡De ninguna manera! Dios no permite nunca el mal, lo sufre, muere con el, Él es el primer herido y, si hay un mal, es porque Dios es la víctima primera del mismo”.

“El Evangelio nos anuncia a un Dios frágil y desarmado entregado en nuestras manos. Si yo pudiera resumir toda mi fe, quedaría verdaderamente así: creo en la vida de Otro en mí, creo en el riesgo infinito de Dios, creo en la tragedia eterna del Amor crucificado, creo en la fragilidad de Dios porque, si bien no hay nada más fuerte que el amor, tampoco hay nada más frágil”.

“Un Dios frágil, infinitamente frágil, hasta tal punto que le olvidamos con enorme facilidad, pues la menor distracción nos basta en cierto modo para volverlo nulo y aniquilar su existencia a los ojos de nuestra grosera conciencia que sigue estando presa en lo sensorial”.

“Se trata de la Pasión de un Dios que es Madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia materna implica la sustitución de la inocencia infinita por la culpabilidad ilimitada. Y si eso es verdad, es preciso invertir absolutamente todas las perspectivas: no somos nosotros, es Dios quien tiene que ser salvado. Es preciso salvar a Dios de nosotros mismos.”

“La Cruz no significa otra cosa que esa llamada irresistible del Amor que no puede convencernos a la fuerza ni puede violar nuestra intimidad” (…) Si el Bien es Alguien para amar y el Mal es Dios crucificado, entonces cambia todo; ya no se trata de configurarnos con una regla exterior, sino de proteger a Alguien, a Alguien que está dentro de nosotros. A Alguien que es la misma Vida divina confiada a nuestro amor”.

“Dios es tan frágil en nosotros que, si no le ofrecemos nuestra fidelidad en este mismo momento, corre el riesgo de estar en nosotros como inexistente”.-   Xavier Quinzá. Centro Pignatelli.

 

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