Ecos de un debate (I)

Crear para seducir
19/10/2021
Ecos de un debate (II)
22/12/2021

Ecos de un debate (I)

«El «no» y el «sí» son breves de decir y piden mucho pensar».
Baltasar Gracián
Hace ahora un mes, el miércoles 27 de octubre, tuvo lugar en el Centro Pignatelli de Zaragoza la primera sesión del Foro de debate humanístico «Baltasar Gracián» (véase la noticia aquí), una iniciativa del área de cultura del Centro que nacía con el objetivo de promover un espacio de reflexión y contraste de ideas en el que pudieran escucharse voces diferentes de las que confirman nuestros puntos de vista y certezas ideológicas. Con palabras de san Ignacio, se trataba de intentar «salir de nuestro propio amor e interés» a nivel cultural e intelectual: no necesariamente para cambiar nuestra posición, pero sí al menos para comprender la del otro y si acaso enriquecer la nuestra, aceptando la complejidad de muchas cuestiones que habitualmente suelen ser reducidas a una papilla dogmática fácil de digerir.
El debate versó en torno a la pregunta «¿En qué cree una sociedad descreída?», y en él participaron el sociólogo Fernando Vidal, el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz y el sacerdote jesuita Antonio Bohórquez. Podría decirse que la convocatoria fue un éxito de público (casi doscientas personas acudieron a la cita) y que la crítica quedó dividida, entre quienes saludaban con agrado el contraste de ideas suscitado y quienes manifestaban su incomodidad. Quizás resulte demasiado fácil decir que la existencia de tales discrepancias eran la prueba de la necesidad (¡o incluso del éxito!) de la propuesta, pero puede que haya algo de eso. Estamos bastante acostumbrados a vivir en espacios acolchados cultural e intelectualmente hasta el punto de que la misma idea de «salir de la zona de confort» se ha convertido en un recurso confortable.
La discusión versó sobre el fenómeno de la increencia y el proceso —o «programa»— de la secularización, sobre el papel de la Iglesia católica en el mismo y sobre los cambios necesarios para abordarlo. En cierto modo, en la conversación resonaban los ecos del debate sobre la presencia de los cristianos (y más específicamente de los intelectuales cristianos) en la vida pública (véase una buena síntesis de ese debate aquí). Así lo refleja el artículo que Miguel Ángel Quintana Paz publicaba recientemente en The Objective haciendo balance del mismo, y en el que recoge buena parte de las ideas planteadas por él en la tarde del 27 de octubre en Zaragoza. En dicho artículo (que puede leerse aquí) Quintana Paz insiste en que en nuestro tiempo la cultura cristiana está siento sustituida por una especie de mesianismo woke, una suerte de cristianismo sin Cristo, mezcla de las ideologías posmodernas en auge, al que ingenuamente los propios cristianos estaríamos contribuyendo sin saberlo, al desplazar el mensaje específico cristiano en favor de tales ideologías: «Porque, sí, —dice el filósofo— un cristiano puede, naturalmente, ser ecologista. Pero ser ecologista (o feminista, o igualitarista) no equivale a ser cristiano«.
Habrá quienes afirmen, sin embargo, y no sin buena parte de razón, que para ser cristiano también se necesita ser ecologista o feminista, o todo lo demás, si entendemos esas etiquetas como mediaciones, formas o dimensiones del amor y el respeto que encarna la propia experiencia cristiana, porque no en vano, como dice rotundamente la primera carta de Juan, el amor a los hermanos es la auténtica medida de la relación con Dios, y viceversa: «Quien diga que ama a Dios y no ama a sus hermanos, es un mentiroso» (1 Jn 2, 4). La cuestión es si tales ideologías son la expresión o secreción de ese amor o lo son del resentimiento, también imperante en nuestro tiempo. O, dicho de otro modo, si cualquier tipo de ecologismo, feminismo, igualitarismo, conservadurismo… encaja en el mensaje cristiano. O cuál lo hace de un modo más auténtico. Por ejemplo, si de ecologismo se trata, y digo esto con la inseguridad del lego (en todos los sentidos de la palabra), más allá de las apariencias o las estrategias de marketing, intuyo que hay diferencias radicales, de fondo, entre el modelo (o la propuesta) de Francisco de Asís y el de Greta Thunberg. Entiendo también que habrá quien considere que tales diferencias pueden ser soslayadas, como lo hacen diferentes compañeros de viaje, en aras de un objetivo común. ¡Pero siempre y cuando sea el mismo objetivo! Tal vez eso es algo que deberíamos preguntarnos. A propósito de la idea de compañeros de viaje, el católico y comunista Bergamín ya ironizaba, con su barroca agudeza, que él con los comunistas iría hasta la muerte, pero no más allá. Pues eso.

Andrés García Inda

Blog publicado el 14 de diciembre de 2021

X