EL “M´ANCUENTRO”  

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EL “M´ANCUENTRO”  

Dicen que en Sevilla, cuando empezaron a utilizarse los teléfonos móviles, les llamaban el “m´ancuentro”, por aquello de que los ususarios del aparatejo no paran de utilizarlo para decir “me encuentro en el aeropuerto”, “me encuentro enfrente del ayuntamiento”, “me encuentro en la cafetería”, “me encuentro en el autobús”.Todos dando su situación contínuamente como si pidieran auxilio o estuvieran perdidos. Y en realidad sí que lo están. Lo malo es que no saben hasta qué punto.

Dudo mucho que sea necesaria esa dependencia sin pausa del teléfono para vivir. Seguro que todo, o casi, puede esperar hasta que se llegue a casa, a la oficina, o la cita. Esta angustiosa sociedad de la prisa es solo producto de nuestra ansiedad. La paciencia y la espera razonable ya no se llevan lo más mínimo. Antes, cuando iban a tardar algo en resolver tu demanda, te decían: “vaya y tómese un café”. Y volvías al rato tan ricamente y relajado. Ahora estrujas ese tiempo en acercarte al banco o hacer alguna rápida gestión en las cercanías. Al tiempo hay que exprimirlo como si fuera un limón.

Siempre he pensado que la llamada red de comunicaciones que nos envuelve tiene que ver muy poco con el sosiego y con los modos de relación personales y sí mucho con las trampas. No estamos en una red, hemos caído en ella, que es muy distinto. Somos seres sin apenas ocio ni intimidad, atrapados en una tela de araña viscosa y digital salida, la mar de ocasiones, del buche de cualquier aprovechado que se está haciendo de oro con nuestra agitación.

Si el progreso consiste en esta desmesurada ambición de omnipresencias a lo divino, en el habla continua sin decir apenas algo, en miles de palabras arrojadas en un buzón de voz, en el quebranto insufrible de no ser el primero en enterarse, o en la vanidosa esperanza de tener diez mensajes en espera, es que hemos confundido la comunicación con el desasosiego y la vaciedad. Estamos de los nervios. Nos hemos puesto el turbo y vagamos sin rumbo, pero, eso sí, a toda velocidad.

Pasa a segundo término la visita, el contacto personal, la cálida cercanía, el encuentro cara a cara. Se pone un whatsapp, desde cualquier esquina, y se cumple con la amistad, con el solitario o con el enfermo. La relación entre personas acampa en la filosofía del negocio y del mero cumplimiento. Se queda tan bien con una llamada que dejamos de sentirnos los unos a los otros. Ya no quedan horas para nada. Todo se resuelve desde el lugar en que “m´ancuentro”. Dejar tu tecnificado rincón y marchar hacia otro sitio es asunto complejo. Requiere tiempo y generosidad. Algo que hoy en día resulta casi casi contracultural.

Luis Úrbez

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