ÍÑIGO

ÍÑÍGO. La Voz del silencio. Palabras para “preparar y disponer el ánima” (Ejercicios espirituales [1]) Durante su tiempo de convalecencia en su casa-torre recuperándose de las heridas sufridas en Pamplona (mayo 1521), Íñigo de Loyola debió de pasar no pocas horas en silencio, dando vueltas y más vueltas a su vida…, a la pasada, a la presente y a la que todavía tenía por delante para hacer eso que después llamó “la voluntad de Dios”. Fue un tiempo, no sabemos cuánto…, que discurrió entre lecturas, fantasías y conversaciones, pero, sobre todo, un tiempo de silencio y soledad, un tiempo consigo mismo, mismamente… “en-sí mismado ”.

Esta película, Íñigo (2021) pretende mostrar un pequeño fragmento de esa vida “en crisis” que, después de tantos ruidos provocados por “las vanidades del mundo”, precisaba y demandaba el silencio y el retiro para intentar emprender una nueva etapa con coraje y determinación. Así, una vez recuperado, los primeros pasos de Ignacio no fueron hacia Aránzazu ni hacia Navarrete; ni siquiera hacia Manresa; fueron hacia sí mismo. Lo que Iñigo todavía no sabía es que yendo hacia sí mismo… empezaba a caminar hacia Dios… Antes, mucho antes que un creativo hombre de acción, constructor e inspirador de grandes empresas, Íñigo / Ignacio fue un hombre de largos y profundos silencios; fue haciéndose Silencio.

Desde el primero de los 86 minutos, el espectador peregrinará suavemente por las diferentes dimensiones del silencio que la película propone. De manera directa, sin preámbulo ni explicación alguna, serás introducido en el silencio del apacible entorno natural de Íñigo (1), y desde ahí, más importante aún, serás invitado a entrar en el silencio del mundo interno del protagonista (2); si te dejas, tal vez termines acallando tu propio silencio (3). Una vez allí, pero eso nadie puede garantizarlo, podrás también ser puesto en el Silencio que fundamenta toda experiencia religiosa, aquel Silencio (4) que inspiró y favoreció eso que conocemos como “conversión” o “transformación” de Íñigo de Loyola.

Atención. Con Íñigo y en Íñigo no esperes acción de intriga, ni bonitas melodías, ni un guion lúcido. No esperes nada. Ven a Íñigo en silencio, despojado de redes y descalzo de móviles; ven a Íñigo a encontrarte con nada o, mejor, con Nada. Ven, no para estar o alcanzar el silencio, sino para dejarte alcanzar por él y, entonces, tal vez, llegar a ser Silencio por unos minutos. ¿Recuerdas estos versos? “Para venir a gustarlo todo / no quieras tener gusto en nada. / Para venir a serlo todo…”.

Porque, en definitiva, verás que esta película no trataba, como te habían dicho, de un famoso e importante personaje del siglo XVI, no… su argumento, como el del Reino de los cielos, era otro. José García de Castro SJ Espectador silencioso y silenciado. Autor del libro: Íñigo. Silencio y conversión. Mensajero, Bilbao 2023.