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LIMOSNA CON DISEÑO

Conozco a un señor, un buen hombre, créanme, que, cada vez que se le acerca un pobre a pedir limosna, le somete a un severo interrogatorio con el fin de no dejarse engañar. Y, si por suerte para el mendicante, el susodicho le suelta un dinerillo, no gran cosa, no vayan ustedes a creer, la ayuda va ordinariamente acompañada de un catálogo de recomendaciones para que se lo gaste en cosas útiles y necesarias, y no lo desperdicie en vino o en tabaco. Pretende ejercer así una especie de beneficencia hipotecada.

El planteamiento tiene miga. Empezando por lo del interrogatorio al débil para que no se aproveche del fuerte. So capa de listo – ¡a mí no me engañan! – este señor somete a su víctima a un tercer grado infamante en el que el torturador (porque así lo siente quien pide) no cesa hasta demostrarle al indigente que no ha acudido a los sitios donde oficialmente se resuelve o se mitiga su problema.  Porque usted, amigo mío, además de pobre, es un tipo que no sabe o no quiere moverse por donde debe. Queda así patente la prepotencia del sabelotodo, por una parte, y se pone en evidencia la vagancia del mísero, por otra. “Porque esta gente, lo sabré yo, no se esfuerza lo más mínimo, se ponen a pedir de entrada, que es lo más fácil”.

Agotado el cuestionario, y también la paciencia del solicitante del socorro, el orondo benefactor, si bien no satisfecho con el resultado de su flagrante encuesta, lo deja bien claro para que no se piense el menesteroso que le ha tomado el pelo. Su conciencia de espabilado dador se concentra en un aviso contratrampas para el receptor, es decir, el pobre.

Y viene el mandamiento. No se lo gaste en bebida o en cigarros…, que usted (si no ha marcado ya el escalafón tratándole de tú desde le comienzo) lo que necesita es comida, ropa, o un vale para un baño. Sin duda, a mi buen protagonista, no le falta razón. Pero así la limosna deja de ser un regalo para convertirse en una inversión dirigida según voluntad del donante. Es como aventar la cometa sin soltar la cuerda. El dinero no pasa nunca realmente a la mano del apurado. No puede hacer con él lo que le venga en gana. No es realmente suyo. La limosna sigue en poder de quien la dio sin darla. Limosna con diseño. Un verdadero timador mi buen hombre.

Luis  Úrbez

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