EL CRECIMIENTO DEL POPULISMO EN EL MUNDO

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EL CRECIMIENTO DEL POPULISMO EN EL MUNDO

Los resultados electorales de algunas democracias consolidadas son la señal de alerta de que cambios significativos están sucediendo en el panorama mundial. Personajes con discursos agresivos, xenófobos y racistas están ganando posiciones o, incluso, llegan a ganar elecciones. Políticos del mismo corte,  que también comparten homofobias, islamofobias y todas las fobias, contra todos aquellos que no consideran de los suyos.  Son líderes políticos que incitan a la violencia directa desde su violencia verbal y cultural. Son líderes a los que muchas personas votan, y a los que determinados poderes económicos y financieros apoyan con su dinero.

No se trata de crear alarmismos innecesarios, sino de analizar una evidente realidad para tratar de buscar alternativas y “vacunas” contra la expansión del mensaje excluyente, de los predicadores de verdades absolutas, y de los “salvadores de las patrias”. Es necesario aislar su mensaje simplista y su fanatismo. Y para ello no se puede utilizar su mismo discurso, hay que fomentar la discusión inteligente, para aprender que la convivencia siempre es conflictiva y que las soluciones simples a problemas complejos son una quimera, o un engaño del que las propone.

Hay que educar en el debate documentado, argumentado y respetuoso. Hay que aprender a convivir en la enriquecedora diversidad, en lugar de predicar el odio al diferente. Olvidar el discurso de “nosotros la verdad” y “ellos la mentira”. Educar para comprender que todos somos personas con iguales derechos  y deberes. Fomentar la cultura de la solidaridad. En definitiva, educar para la paz.

El mundo parece moverse en otra dirección, y preocupa y asusta. Las emociones que salen del corazón, que suelen ser buenas, como el amor o la compasión, están cediendo ante las viscerales de la codicia y el odio. La mayor parte de las personas suelen ser felices en situaciones de justicia social y respeto a los derechos humanos. No muestran signos de agresividad o violencia cuando sus necesidades como seres humanos están satisfechas. Todo puede cambiar cuando no logran alcanzar unos mínimos de dignidad y bienestar.

Y es ahí cuando la codicia comienza a actuar, no por parte de los desheredados sino por aquellos que saben manipular las desgracias humanas en beneficio propio. Estos no actúan por motivos sentimentales, no, lo hacen con plena conciencia y con gran inteligencia. Desde sus atalayas de poder económico, desde su poder dominante fabrican el pensamiento dominante que les convine. Y si hace falta lo ponen en manos de fanáticos, a los que sí les ponemos cara. Unos fanáticos que son el parapeto, el escudo, de los verdaderos inductores de la violencia estructural y cultural que da paso a la violencia física.

El populismo avanza sin cesar y lo hace, a diferencia de otras épocas, mediante procesos democráticos. ¿Qué está sucediendo para que personajes como Trump o Bolsonaro accedan a ser presidentes de naciones de gran tradición democrática? Desde luego no se puede pensar, ni mucho menos despreciar a aquellos que votan estos populistas de nuevo cuño. Nadie tiene la superioridad moral ni la posesión de la verdad absoluta. Sin embargo, es necesario recordar que estos líderes populistas abusan de la manipulación, de la propaganda mediante las modernas técnicas de comunicación.

Los populistas ofrecen soluciones simples a problemas complejos y siempre acuden la búsqueda de un enemigo sobre el que centrar todas las frustraciones y fracasos. Es el discurso de ellos contra nosotros.

Para eliminar este discurso excluyente es necesaria la educación, para lo que se necesita voluntad política y social, con la participación de educadores, de los medios de comunicación, de las familias y de la sociedad en su conjunto. La educación es el motor de la evolución social, y por consiguiente, hay que fomentar la educación para una cultura de paz, con proyectos a todos los niveles sociales y geográficos.

Uno de los objetivos del populismo es silenciar a los que no opinan como los que más gritan, que son los seguidores incondicionales de los líderes populistas. Encuentran en los medios de comunicación, sobre todo en los que se apoyan en las redes sociales, unos altavoces formidables para sus gritos virtuales capaces de silenciar a sus disidentes mediante las falsas noticias, aunque tampoco descartan el uso del insulto y la amenaza.

Los consumidores de información bien intencionados no reparan en que tantas veces son víctimas de la propaganda manipuladora. Acostumbrados, o maleducados, a recibir información sin espíritu crítico se fomenta una opinión pública según la interesada  finalidad (a veces perversa) de los manipuladores populistas. La nuevas tecnologías proporcionan mayor información, pero no por eso se está mejor informado. Muchas veces se reacciona sin analizar la información que se obtiene y se actúa, por tanto, sin pensar. Los manipuladores los saben muy bien, y así es como trabajan para crear posiciones extremistas.

¿Qué se puede hace? La educación, la alfabetización mediática es indispensable para crear ciudadanos críticos. Hay que aprender a reconocer a los buenos profesionales de la información. Y hay que repensar los valores de la libertad de expresión como una prioridad que esté en consonancia con el respeto a los demás valores, sobre todo el de la búsqueda de la verdad. Los medios de comunicación son además de empresas, un servicio fundamental para la democracia y para las personas, y por consiguiente tienen el deber de no contribuir a la creación de conflictos. Sin embargo, los nuevos medios virtuales no pertenecen a la sociedad, la sociedad  interactúa con ellos pero no tiene su control, más bien tantas veces ellos controlan a la sociedad.

Bien es cierto que la neutralidad absoluta en inalcanzable, porque siempre se está condicionado por las circunstancias, por las creencias, por las convicciones políticas, pero eso no debiera ser excusa para informar con serenidad y objetividad. Es legítimo tomar partido, es hasta conveniente en democracia, pero el respeto, la argumentación y la documentación son siempre exigibles a los buenos informadores.

Javier Jiménez Olmos

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