Con el título que encabeza este escrito, los días 10 y 11 de noviembre se ha celebrado en Roma una conferencia a la que la Fundación Seminario de Investigación para la Paz (Fundación SIP) fue invitada, y en cuyo nombre he tenido el privilegio de participar. Alentada por el Papa Francisco y organizada por el Dicasterio para la promoción del desarrollo humano integral, un departamento del Vaticano, la conferencia ha reunido trescientas personas de todo el mundo y ponentes destacadísimos, entre ellos, Premios Nobel de la Paz, cardenales, académicos, diplomáticos y representantes de organizaciones internacionales de la sociedad civil.
Un momento central y especialmente emocionante, ha sido cuando el Papa se ha dirigido a los asistentes en la sala Clementina y nos ha saludado, dándonos la mano a todos, uno a uno, un gesto de cercanía y humildad inolvidable para quienes lo hemos vivido. El Papa ha remarcado la inadecuación de las armas nucleares para lograr seguridad ante las actuales amenazas globales (cambio climático, terrorismo, pobreza…) y la inmoralidad tanto de su uso como de su posesión: por la catástrofe humanitaria que producirían caso de usarse o de un accidente, y por los recursos que absorben y que se necesitan para cubrir necesidades humanas más perentorias: saciar el hambre, acceder al agua potable, educación, etc.
Otro momento de emoción ha sido escuchar el testimonio de Wada Masako, una Hibakusha que sobrevivió a la bomba de Nagasaki. Como apenas tenía unos meses, ella transmite el relato de la madre, los momentos de horror y sufrimiento inaceptables experimentados por los 210.000 muertos y quienes, como su madre, sobrevivieron arrastrando a lo largo de años múltiples cánceres y afecciones.
Para los Hibakusha, un motivo de esperanza y ánimo ha sido, y esta es la buena noticia remarcada también por el Papa, la aprobación, el 7 de julio de este año, del Tratado de Prohibición de las armas nucleares, abierto a la firma en Naciones Unidas el pasado 20 de septiembre. Dando ejemplo, el Vaticano ya lo ha firmado y ratificado. A nosotros nos toca ahora, y ese es el encargo para todos, lograr que nuestros países hagan lo mismo.
El próximo 10 de diciembre, la organización ICAN, siglas en inglés de la Campaña Internacional para la prohibición de las armas nucleares, a cuya directora Beatriz Fihn pudimos escuchar en Roma, recibirá en Oslo el Premio Nobel de la Paz 2017.
Carmen Magallón. Directora Fundación SIP