Cierre de las térmicas. ¿Podemos nosotros hacer algo más?

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Cierre de las térmicas. ¿Podemos nosotros hacer algo más?

El 30 de junio han cerrado en España siete centrales térmicas de carbón, entre ellas la de Andorra (Teruel).
Han apurado hasta el último día del Plan Nacional Transitorio, que arrancó en el año 2016, aunque algunas ya apenas funcionaban unos pocos días al año. Quedan ocho en funcionamiento que se irán clausurando antes del 2025.

Las centrales térmicas españolas eran las responsables del 15% de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Además expulsaban a la atmósfera otros gases nocivos como SO 2 y NO 2 . Las que han cerrado empleaban a 1.100 trabajadores; las que cerrarán en breve a 800 más.

Este paso era muy necesario. Hay consenso científico al respecto y hasta el Papa Francisco nos lo recordaba en la encíclica Laudato si: “Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas- necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora”.

Será complicado explicar a las generaciones venideras porqué se tardó tanto en dar este paso, cómo es que se seguía subvencionando la extracción de carbón nacional, o para qué se traía tanto carbón de Sudáfrica. También será difícil explicar a dónde fueron los 430 millones de euros que España se gastó en el Plan Miner en Teruel, durante 25 años, con el propósito de crear alternativas a la economía dependiente del carbón.

Pero lo que quedará para la historia es que el cierre lo provocó una adecuada política de impuestos europea, que desde el año 2018 fue subiendo el precio del CO 2 emitido, hasta dejar de hacerlas rentables.¡Qué curioso! Resulta que a las compañías eléctricas les salían las cuentas si había subvenciones al carbón y no asumían los costes ambientales. Este mismo planteamiento seguramente se puede aplicar a unos cuantos sectores más de la economía, como el transporte por carretera, parte de la agricultura intensiva, las macrogranjas de cerdos, los vuelos low cost, etc.

En mi opinión, hay una actividad que es el paradigma de la no asunción de los costes ambientales: las centrales nucleares. En España ya hemos cerrado dos, pero no tenemos ni idea de qué hacer con los residuos radiactivos. Somos incapaces de buscar un almacenamiento seguro y definitivo. Les dejamos esta herencia envenenada a las generaciones venideras… sabiendo que les va a suponer, además, un conflicto social brutal.

Vemos que Europa y España, cada una a su manera, van haciendo los deberes para luchar contra el principal problema medioambiental del planeta: el calentamiento global. Pero ¿Podemos nosotros hacer algo más? Por supuesto. Algunas cosas son sencillas, y pueden servir para empezar. Otras requieren pequeños cambios de estilo de vida. Enumero las cuatro que me parecen más interesantes:

1-Lo primero reducir nuestro gasto directo de combustibles fósiles. A día de hoy eso implica reducir los viajes en coche y avión, y en menor medida en barco y tren. Una forma de reducir es utilizar transporte público o llenar el máximo de las plazas. Y siempre que se pueda, vayamos andando a los sitios, en bicicleta o en coche eléctrico.

2-Todavía existen sistemas de calefacción que utilizan carbón y muchos son con gasoil o gas natural. Elijamos una temperatura no excesiva en el termostato e invirtamos en mejorar el aislamiento de nuestra casa.

3-Mientras toda la energía eléctrica no sea de fuentes renovables, también hay que reducir su consumo. Optemos por electrodomésticos eficientes, iluminación led, usemos más las escaleras, etc. Antes, los picos de demanda se daban en invierno, mientras que ahora son en verano, debido al uso generalizado y abusivo del aire acondicionado.

Francisco nos lo pone de ejemplo: “Hay más sensibilidad ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos dañinos de consumo… Los mercados, procurando un beneficio inmediato, estimulan todavía más la demanda. Si alguien observara desde fuera… se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida”.

4-Por último, consumamos alimentos de cercanía, que apenas necesitan transporte. Si los productos que vienen de lejos pagaran el coste ambiental que provocan, su precio los haría imposibles de adquirir.

Javier San Román

CVX-Zaragoza y Área Ecología Centro Pignatelli

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