Cuando escucho decir que una imagen vale más que mil palabras, siempre pienso que depende de qué mil palabras estemos hablando. Este libro, Contemplando el paraíso. Fotografías de Thomas Merton (editado por P. M. Pearson y publicado en España por el Grupo de Comunicación Loyola) me obliga a reformular ese dicho de otra manera porque, al estar las fotografías acompañadas de una selección de sus poemas, la suma resultante es de una belleza difícil de calificar.
Tom —este era su verdadero nombre— Merton no descubrió tarde la fotografía. La descubrió en el momento que la necesitó para contar, para decir de otra manera y, sobre todo, para contemplar de forma distinta.
Aunque en el archivo fotográfico de Merton existen imágenes en color, el libro recoge las que hizo en blanco y negro, como si la elección estuviera hecha desde la óptica de la paradoja en la que tan bien se mueve el autor. La fuerza, el equilibrio, el contraste, la evocación, la provocación y la contemplación que Merton es capaz de transmitir con sus palabras, lo traslada al objetivo de la cámara creando una sucesión de imágenes que, además del ya fuerte contraste entre blanco y el negro —y la gama de grises que provoca— nos sitúa ante otra manera de ver a Merton, porque está presente en cada imagen aunque no aparezca en ella.
Merton no unió sus fotografías a sus poemas. Este libro lo hace con un acierto que va más allá del conocimiento que puede dar comprender al monje de Getsemaní por el estudio de su obra.
No conozco personalmente a Paul Pearson, editor de la obra. Mi relación con él no pasa de unos cuantos correos electrónicos, pero quien siga sus escritos sobre el autor de este maravilloso libro, sabrá que ha buceado hasta los confines de la obra del genial monje. Pues bien, en este caso, para entender cómo Pearson ha hecho la selección de fotografías y poemas que componen este libro, no puedo sino volver la mirada al país donde nació Merton, Francia, y en concreto a su idioma.
El francés tiene el verbo mémoriser —memorizar— que significa fijar algo en la memoria. Sin embargo, tiene esta otra expresión —apprendre par coeur— que se traduce e interpreta por aprender de memoria, pero que va más allá y, ateniéndonos a una traducción literal, esta sería “aprender por el corazón”. La diferencia radica en que memorizar, fijar algo en la memoria, no diferencia entre un poema o la tabla de multiplicar, y aprender por el corazón es, además de saber de memoria, involucrar los sentidos y los sentimientos. En este caso, Pearson une poemas e imágenes con un absoluto acierto porque ha “aprendido con el corazón” a Tom Merton.
En los inicios de la fotografía, la gente creía que al tomarles una foto se les robaba el alma. Merton no roba el alma de ningún objeto, edificio, material, o persona que fotografíe —impresionantes los retratos que hizo— sino que consigue capturar el alma con el objetivo para que seamos nosotros quienes establezcamos el diálogo con la imagen.
En la última parte de esta obra, una serie de retratos del propio Merton, realizados por algunos de sus amigos, nos aproximan a su ser con toda su fuerza, con todo su encanto, con toda su profundidad. ¿Elegir una? Sin duda aquella en la que está retratado con clergyman y sacando la lengua. La paradoja entre lo formalmente institucional y el monje alegre y divertido. Ese era, ese es Tom Merton.
Sin duda alguna un libro excelentemente editado para leer y ver; para ver y leer y descubrir una faceta menos conocida de este trapense de la abadía de Getsemaní que, fallecido en 1968, sigue siendo de una actualidad indiscutible.
Cristina Inogés Sanz
Thomas Merton (ed. de P. M. Pearson): Contemplando el paraíso. las fotografías de Thomas Merton, Bilbao, Ed. Mensajero, 2021.
Blog publicado el 11 de mayo de 2021