Es necesario recordar que estos líderes populistas abusan de la manipulación de la propaganda mediante las modernas técnicas de comunicación. Convendría revisar con tal motivo los principios de:
La propaganda: principios de Goebbels
1) Simplificación y del enemigo único
2) Transposición, cargar el enemigo los errores propios
3) Exageración y desfiguración
4) Vulgarización, propaganda no requiera esfuerzo mental
5) Principio orquestación: mentira repetida=verdad
6) Renovación, que no se asimile la información
7) Verosimilitud, creación de bulos
8) Silenciamiento de lo desfavorable
9) Transfusión, operar desde prejuicios existentes
10) Unanimidad
Y recordarlos a modo de vacuna contra la instrumentalización perversa de los llamados populistas. Como también es necesario tener en cuenta:
Las estrategias de manipulación mediática de Sylvain Timsit
1. Distraer de lo importante
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones
3. Gradualidad para conseguir aceptación
4. Diferir para acostumbrar a lo impopular
5. Considerar al público como niños o ignorantes
6. Utilizar mucha emoción y poca reflexión
7. Mantener al público en la ignorancia y mediocridad
8. Estimular al público a ser complaciente con lo mediocre
9. Reforzar la auto culpabilidad
10. Conocer al individuo mejor que el mismo
Para eliminar este discurso excluyente es necesaria la educación, para lo que se necesita voluntad política y social con la participación de los educadores, de los medios de comunicación, de las familias y de la sociedad en su conjunto. La educación es el motor de la evolución social, y por consiguiente, hay que fomentar la educación para una cultura de paz,con proyectos a todos los niveles sociales y geográficos.
Uno de los objetivos del populismo es silenciar a los que no opinan como los que más gritan, que son los seguidores incondicionales de los líderes populistas. Estos encuentran en algunos medios de comunicación, sobre todo en los que se apoyan en las redes sociales, unos altavoces formidables para sus gritos virtuales capaces de silenciar a sus disidentes mediante las falsas noticias, aunque tampoco descartan el uso del insulto y la amenaza.
Los consumidores de información bien intencionados no reparan en que tantas veces son víctimas de la propaganda manipuladora. Acostumbrados, o maleducados, a recibir información sin espíritu crítico se fomenta una opinión pública según la interesada (a veces perversa) finalidad de los manipuladores populistas. La nuevas tecnologías proporcionan mayor información, pero no por eso se está mejor informado. Muchas veces se reacciona sin analizar la información que se obtiene y se actúa, por tanto, sin pensar. Los manipuladores los saben muy bien, y así es como trabajan para crear posiciones extremistas.
Por otra parte, algunos medios convencionales clásicos, instalados más en la obtención de beneficios para las empresas a las que están sujetos que en una información analítica, objetiva y veraz, ofrecen contenidos para reafirmar a los receptores de la información en su propios prejuicios sectarios. No se escucha al que disiente, no se analiza el contenido de los discursos. El formato de determinados programas informativos, que también deberían ser formativos, consiste en una discusión entre partes irreconciliables que no lleva a ninguna conclusión.
¿Qué se puede hacer? La educación, la alfabetización mediática es indispensable para crear ciudadanos críticos. Hay que aprender a reconocer a los buenos profesionales de la información. Y hay que repensar los valores de la libertad de expresión como una prioridad que esté en consonancia con el respeto a los demás valores, sobre todo el de la búsqueda de la verdad. Los medios de comunicación son además de empresas, un servicio fundamental para la democracia y para las personas, y por consiguiente tienen el deber de no contribuir a la creación de conflictos. Los nuevos medios no pertenecen a la sociedad, la sociedad interactúa con ellos pero no tiene su control, más bien tantas veces ellos controlan a la sociedad.
Bien es cierto que la neutralidad absoluta en inalcanzable, porque siempre se está condicionado por las circunstancias, por las creencias, o por las convicciones políticas, pero eso no debiera ser excusa para informar con serenidad y objetividad. Es legítimo tomar partido, es hasta conveniente en democracia, pero el respeto, la argumentación y la documentación son siempre exigibles a los buenos informadores.
Javier Jiménez Olmos