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Los libros

El mes de abril tiene siempre una fecha señalada: el día del libro. En torno al libro se realizan actividades, fiestas, ferias, lecturas seguidas del Quijote…, aunque este año las cosas sean tan diferentes…  El día 23 es el “Día Internacional” del libro, promovido por la UNESCO desde 1995. Se celebra ese día porque parece ser que coincide a un tiempo con la muerte de Cervantes, de Shakespeare y de Garcilaso de la Vega, en 1616.

Realmente el libro necesita un monumento mundial. Ha sabido salir ileso de la amenaza del cine, de la televisión, del libro electrónico, del móvil, del wassup, del twitter, del instagram y de todos los aparatos que se inventan para la comunicación electrónica e informática. Para muchos, sin embargo, el libro es peligroso. Se le ha atacado mil veces inútilmente. Recordemos la famosa novela Ray Bradbury –“Farenheit 451”-, llevada al cine por Truffaut…: los libros se quemaban por ser como la peste, como el coronavirus, contagiaban… A lo largo de la historia ha habido muchas hogueras inquisitorias contra los libros. En algunas bibliotecas monásticas existía un armario llamado “el infierno”, donde estaban los libros “condenados” por el famoso “Índice de libros prohibidos” …

Pues, a pesar de todo eso, de la esencial ambigüedad que pueda contener, el libro es algo a celebrar, a tener, a utilizar, a amar, a recomendar, a enseñar a leer… El libro exige tiempo y paciencia. E intimidad. El libro es comunicación interpersonal y, al mismo tiempo, comunitaria. El libro, por eso, es enemigo de la prisa y de la comunicación inmediatista y superficial. El libro ayuda a pensar, a amar, a reír, a llorar, a sufrir y a gozar: a tener sentimientos. Nos pone en comunicación con otra persona que, en sus páginas, se me confiesa sin querer: su autor. El libro es también cauce para la interioridad. Y cauce para entender a los demás y comprender la complejidad de la vida. 

Por eso el libro, es verdad, también es peligroso, porque nos enseña la vida. Hay que aprender a leer la vida y, en ella, adquirir experiencia y madurez. Los libros son cauce de mucho bien, pero también de mal… “Del mucho leer y el poco dormir –dice Cervantes- se le secaron los sesos” a don Quijote… Con todo y con eso, el libro puede ser una sana medicina para que nuestros hijos crezcan y maduren, aprendiendo a distinguir lo bueno de lo malo, lo digno de lo indigno, lo sabio de lo necio … Los libros, ellos, están siempre allí, dispuestos a abrirse y dejarse leer. Es cuestión de bajarlos de la estantería y…

José Luis Saborido Cursach, S.J.

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