Por un fortalecimiento de los espacios de convivencia

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Por un fortalecimiento de los espacios de convivencia

Muchas imágenes se han tomado de momentos “históricos” de la Transición Española. No es para menos. En 1978, después de más de 150 años de infructuosos intentos, por fin, España consiguió aprobar una Constitución democrática con el refrendo de la inmensa mayoría de la población. Un consenso que posibilitó también los llamados “Pactos de la Moncloa”, unos acuerdos en materia económica y social en un momento muy complicado para nuestro país.
Sin embargo, la foto de Alberto Schommer, arriba mostrada, representa a mi entender algo incluso más especial. Todo ese marco normativo y paccionado que nos habíamos dado los españoles, permite que personas que habían sido enemigas durante toda su vida, puedan sentarse juntas a dialogar.  Algunas de ellas mantienen en ese momento, todavía, una ideología o afiliación política que no es favorable a la Constitución. Pero eso da igual. Como reiteradamente ha señalado nuestro Tribunal Constitucional, nuestra Constitución no es militante. Si se pretende modificarla o derogarla en cualquier punto es posible. Tan sólo se pide respetar los valores constitucionales, expresados en los principios democráticos y en los derechos humanos.
En resumidas cuentas, respeto a todos los ciudadanos y, por supuesto, al que no piensa igual.
Daniel Innerarity en su libro Política para perplejos, afirma que “La democracia no es ni el reino de los votos ni el reino de los vetos. Es un sistema político que equilibra discusión y decisión, negociación y resolución, acuerdo y disenso.”
Los ciudadanos nos expresamos políticamente en las urnas para elegir a nuestros representantes. Igualmente, tenemos la posibilidad, de expresar de otras muchas formas nuestra opinión a favor o en contra de determinadas decisiones que se toman por parte de los gobernantes. 
Por eso, para cuidar el espacio público es tan o más importante la fortaleza de una sociedad civil fuerte y que sepa mantener los espacios de diálogo y, en suma, de convivencia. En palabras de Jurgen Habermas, la sociedad civil es un actor de contención y contrapoder del poder administrativo. Para ello es necesario garantizar que la opinión pública no sea instrumentalizada.
En mi opinión no sólo es deseable sino imperativo que la sociedad civil haga un esfuerzo continuo de madurez y civismo para mantener el espacio de convivencia. Sólo de esta forma, también se podrá conseguir que el espacio político actúe de igual forma.
¿Y qué debemos hacer los cristianos?
La Doctrina Social de la Iglesia, desde la Exhortación apostólica octogésima adveniens de Pablo VI, reconoce la legítima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes.
El Papa Francisco ha citado en diversas ocasiones ese texto. Si creemos que la política debe ser un compromiso por la construcción de la justicia, los derechos humanos y la solidaridad, debemos trabajar conjuntamente todos, con independencia de nuestras diferentes y legítimas ideas políticas. Para el Papa, la polarización y la confrontación nunca han sido el camino.
Como señala el teólogo José María Mardones, el compromiso político del creyente debe ser maduro, huyendo de romanticismos y trabajando concienzudamente en favor de una mayor libertad y justicia social.
Ese creo que es el camino hacia una sociedad más democrática y justa.
(Fotografía: En primera fila, por la izda, Serrano Suñer, cuñado de Franco; Enrique Líster, el general comunista que derrotó a los italianos en Guadalajara; JM de Leizaola, dirigente del PNV en el exilio; Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de Falange. Detrás: el banquero Aguirre Gonzalo; Ramón Rubial, del PSOE, muchos años encarcelado por Franco; Raimundo Fernández Cuesta, alto cargo de la Falange, e Ignacio Gallego, del sector más prosoviético del PCE).

Jorge Emperador 

Blog publicado el 30 de abril de 2021

 

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