TRABAJO «DECENTE»

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TRABAJO «DECENTE»

Me acerco al diccionario, que en nuestros días es google, y me dice que “indecencia” es falta de decencia, es decir, “falta de observancia de las normas morales socialmente establecidas”. Me llama la atención esto de las “normas morales socialmente establecidas”. Aplicado esto al trabajo, habría que consultar cuáles son esas normas, y acudir, por ejemplo, a la Declaración  de los Derechos Humanos, en su artículo 23, o a la Constitución Española, en su artículo 35.

Pero, ¿cuál es el trabajo “decente”, que es lo mismo que decir “digno”? Por no alargarme en citas, he ido directamente a Wikipedia… Y dice así: «Trabajo decente… significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres.» En conjunto, eso es trabajo “decente”.

Pues bien, el día 7 de octubre se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Este concepto fue acuñado por Juan Somavía, en su primer informe como Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1999. Desde entonces este concepto se ha generalizado en casi todas las lenguas. El mismo Juan Pablo II siguiendo la invitación de Juan Somavía, hizo una llamada para llevar a cabo «una coalición mundial a favor del Trabajo Decente” y promover su inclusión en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), que 193 Jefes de Estado firmaron en 2015. De este modo, entre los 17 objetivos establecidos, se incluyó el número 8: “Trabajo decente y crecimiento económico”. El reto estaba, -¡y está!- pues, servido…

 

   ¿Cuáles son los resultados a cuatro años vistos desde entonces? Algunos sencillos datos que dan cuenta de la actual situación:

  • Según el informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2018, de la OIT, por ejemplo, cerca de 1.400 millones de trabajadores ocupaban un empleo vulnerable en 2017, y se prevé que otros 35 millones se sumen a ellos para 2019. En los países en desarrollo, el empleo vulnerable afecta a tres de cada cuatro trabajadores.

 

  • En el reciente Informe FOESSA, “Análisis y Perspectivas 2018” con el título “Exclusión estructural e Integración Social”, se afirma que «el empleo no asegura la integración social. La precariedad del mismo, en términos sobre todo de temporalidad y bajos salarios, nos está conduciendo a un escenario en el que disponer de un empleo ya no es sinónimo de integración. La mitad de las familias en las que hay un empleo no disfrutan de una situación de integración plena, lo que evidencia una calidad del empleo que no permite cubrir las necesidades de los hogares».

 

Es lo que continuamente afirman los analistas, cada vez que dan datos positivos acerca del crecimiento del empleo en España. Se trata del “trabajo precario”, del trabajo “a tiempo parcial”, de la infinidad de trucos y argucias jurídicas para disfrazar de “digno” lo que es, en definitiva, un trabajo “indecente”: «La incidencia en personas en situación de exclusión –sigue diciendo el Informe FOESSA- que, aun contando con empleo, atraviesa por dificultades en otras dimensiones es muy superior a la de la población global, llegando al 54% en el caso de la vivienda, al 50% en el de la salud, y al 24% en la dimensión del consumo. Uno de los fenómenos sociales que más explica esta situación, es la vivencia de los trabajadores pobres».

Se habla, por tanto, de una sociedad “desligada”, donde se rompen los vínculos de la sociabilidad en aras de la competencia y se multiplica el ambiente de agresividad que tantas veces constatamos en la misma vida diaria.

Y todo esto, en medio de una situación global de “bonanza económica”. Pero los macronúmeros nunca dan cuenta fehaciente de la realidad de cada día. Y la amplia clase media que abarca la sociedad (que, aun descendiendo, todavía se halla, según algunos estudios, en un 47% de la población) no es suficientemente sensible ni consciente de una realidad que no nos toca ni a mí ni a mi vecino…

  La sociedad de consumo “anestesia”, decía el papa Francisco. Y eso es lo que parece…. Los restaurantes están llenos, las terrazas abarrotadas, los centros comerciales son un hervidero…, como si no pasase nada. Y ahí están los noticiarios, que nos “alimentan” mientras comemos o cenamos –prensa- radio, televisión- donde pasamos sin transición del juez Llarena al máster de Casado o el doctorado de Sánchez, pasando por el asesinato de última hora, la última denuncia eclesial de pederastia o el triunfo de “master chef”, o los primeritos finalistas OT, o el fracaso reciente del Barça y del Madrid, o de si jugamos o no la liga en Estados Unidos…

No viene mal, por tanto, que un día al menos hablemos y reivindiquemos el TRABAJO DECENTE (DIGNO) para todos y todas, nos informemos de la situación y hasta salgamos a la calle si es preciso con otra bandera que sea la bandera de todos: simplemente la bandera de la justicia contra la idolatría del dinero, de la mayor ganancia, de la trampa y la argucia, de la corrupción, de la medio verdad. Porque, como decían algunos hace ya ¡seis años!, sigue siendo cierto que, cuando el trabajo es ciertamente “el pan de cada día”, en este país  sigue siendo cierto que “no hay pan para tanto chorizo”…

José Luis Saborido Cursach, S.J. – Director del Centro Pignatelli

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